domingo, 8 de agosto de 2021

 

Los días que pasan

Edgar Núñez Jiménez

 

 

Entreabre los ojos para ver el cinturón del amanecer que va relegando poco a poco la oscuridad de la noche. ¡Otro día que pasa en esta ciudad cada vez más vacía! Ha dormido solo unas horas y allí tumbada, antes de que el sol se deje ver por completo, siente el peso del cansancio sobre sus hombros.

Debe volver al hospital, empezar la siguiente jornada, sacar fuerzas de donde pueda para seguir. Y luego, al anochecer, volver a los condominios a visitar a los enfermos que, recluidos desde sus casas, la esperan.

Antes de salir a la calle silenciosa, advierte que sus ojos más oscuros se pierden sobre su rostro demacrado. Suspira y azota la puerta.

¡Qué difícil es ser la muerte en estos tiempos!

 

 

 

Regalo

Edgar Núñez Jiménez

para Eyvar Abarca

 

La niña entra en la casa de juguete, pone unas piedras sobre el sartén y finge que cocina. El hombre, que en realidad es su padre, la ve detrás de la celosía y se contiene en no llorar de emoción.

–Aquí tienes– le dice ella, mientras le extiende cinco piedras blancas y pulidas sobre una hoja de plátano.

Él las sopesa con asombro, como si con ese acto se ordenara el universo. La niebla, alta a esas horas de la tarde, inicia un lento recorrido encima de sus cabezas. Y al instante, Sawa tzat[1] deja entrever las estrellas.

Ambos lo ignoran, pero de la tierra brota una energía que ayuda, con el acto, a erigir las paredes derribadas de la casa y a construir un puente entre ellos. Él es, para su hija, un hombre sin rostro, a ella le inventaron una vida, un apellido, un hogar.

En el fondo del I'ps töjk[2] no sienten tristeza, ni cansancio, ni dolor. Y en el abrazo que sucede después, se enciende una chispa capaz de doblegar las tinieblas de la cueva. Al oriente, Sawa tzat se disuelve en el Cerro de las Nueve Estrellas, y deja, como huellas, nubes desleídas en el cielo.

 

 

 



[1] En zoque: Serpiente de niebla.

[2] En zoque: Inframundo.

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