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en confinamiento
Con tanto tiempo en casa, pudimos
dedicarnos al gato. Si uno corría con él por a lo largo del pasillo detrás de
una pelotilla, la otra lo entretenía con un palo de donde colgaban cordones de
zapatos viejos. Lo enseñamos a no subir a la mesa, ni al poyo de la cocina,
tampoco a la cama ni a las estanterías.
El gato ha resultado ser un portento de inteligencia,
en dos meses nos ha hecho adquirir hábitos insospechados, hasta el punto de
mostrarnos cómo dormir en el sofá o de
qué manera debemos usar el arenero.
Bicho
Ese bicho elegante que espera
en las esquinas y te mira con dos monedas de ébano y oro.
Ese bicho silencioso, de
rabo interrogativo y alas en las patas.
Ese que se limpia y se
pule y se abrillanta.
El que muerde los
cartones y las cortinas, los palos y las pelotas, el chal y las tiras del
bolso.
El que abre las fauces
como un león y el que es mimoso como un niño.
El que juega sin fatiga y
el que duerme como un lirón.
Ese bicho solitario y
compañero, de algodón y uñas fieras.
Bicho juguetón y acrobático,
bicho, ah, bicho!
Eres mi gato.
Y, sí, ellos son los amos.
ResponderEliminarAsí es, Laura Nicastro.
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