UN GATO EN LA LAVADORA
Luis Ignacio Muñoz
Todavía me parece oírlo ronronear y restregarme su lomo. Después se reclinó en la comodidad del recipiente mientras las aspas lo hacían girar. Me imagino que dio vueltas como un trompo y cuando la lavadora se detuvo, me acerqué para sacarlo con cuidado. Limpio, oloroso a fragancia de detergente, mirándome con ojos de complacencia.
No me gusta bañar gatos, pero fue por la cochinada que hizo. Debo hacerle caso a mamá, cuando ensucia la casa. Ahora me queda la segunda parte de mi labor: Plancharlo para que vuelva a la normalidad.”
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