Lisita solía acurrucarse y dormir en el bolso de su dueña. Un día fue a visitar a una amiga que también tenía un gato, llevado en el bolso.
El micifuz de su amiga, Teodoro, reconociendo el olor extraño, comenzó a ronronear acariciando con cabeza, lomo y patas.
Cuando la dueña del bolso regresó a casa, su felina también percibió el aromo desconocido, arrullándose con cabeza, lomo y patas.
De la misma manera se quedó dormida.
Los minininos pasaron años así, unidos a través de sus fragancias.
Ronroneándose en sueños de oídos.
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