viernes, 23 de julio de 2021

                                                      Las Reminiscencias de Carmen Tocay 

Uno de mis guionistas favoritos es Charlie Kauffman porque ha creado universos narrativos en donde se sublima la enfermedad mental. Kauffman toca temas como el Alzheimer, la demencia y otras enfermedades que causan problemas con la memoria, el pensamiento y el comportamiento.

Los síntomas generalmente se desarrollan lentamente y empeoran con el tiempo, hasta que son graves e interfieren con las tareas cotidianas, en el caso de Kauffman juega con los tiempos narrativos y vemos de manera no lineal el deterioro de una persona.

Cuando Carmen Tocay me compartió el libro Reminiscencias me recordó a las obsesiones de Kauffman, así como la manera en que integra a las artes en la mente de las personas, poesía, pintura, teatro, se conservan como la parte de la memoria más precisa, como los recuerdos más puros, que en ocasiones dan lugar a apropiaciones involuntarias. En la narrativa de Tocay, alguien cree que es el personaje de una obra que leyó hace tiempo, como el caso de Ricardo, In absentia, Obra ganadora del I Premio Mundial de Micros Poe.

Son cuatro capítulos:  Recuerdos del olvido, Otras vidas, Confinamiento y Desamores, en donde los personajes tienen recuerdos imprecisos, o una imagen del pasado llega a su memoria, o una obra artística los hace recordar otras.  Es decir, responden a las connotaciones de la palabra reminiscencia según el diccionario es el “recuerdo impreciso de un hecho o una imagen del pasado que viene a la memoria, también lo que lo que sobrevive de una cosa y sirve para recordarla, una cosa que recuerda otra pasada; en especial, parte de una obra artística que recuerda otras obras”. Un retrato de Diego Velázquez, música de Bach, un cuento de Edgar Allan Poe.

Todas las personas poseemos reminiscencias que nos llevan a otro momento de nuestra realidad, a un recuerdo y cuyo detonante puede ser la música, eso pensé al buscar los referentes que son utilizados en algunos de los textos contenidos en el libro Reminiscencias, de Carmen Tocay, porque no recordaba haberlos escuchado (tengo una extraña y selectiva memoria y un temor a que un día me abandone), por ejemplo:

Un velero llamado libertad. José Luis Perales, Canon en re mayor (fragmento). Johann Pachelbel, My memory y resultó que luego de buscarlos y escucharlos podía tararearlos o cantar fragmentos, o recordar en qué películas fueron incorporados o en qué etapa de mi vida los escuché.  

 

Era agradable transitar ese espacio en mi memoria al pensar y escuchar los referentes musicales propuestos por Carmen. La música, es tan potente que es capaz de vencer al olvido incluso a una mente que va perdiendo cada uno de sus recuerdos. Una melodía hace frente a una enfermedad neurodegenerativa como el Alzheimer.

            Sin embargo, con la primera minificción: La peste del olvido, Carmen establece un tono melancólico que está marcado en los primeros capítulos, la mirada sombría de una enfermedad que va fragmentando poco a poco la mente, y arrebata la identidad a las personas, ante la tristeza e impotencia de sus familiares. Encontramos la presencia del cuidador muy cercano al personaje protagónico, la hija, la esposa.

Una

dos

tres

generaciones

¡yo!

¡Peste, no te acerques a mí!

Le pregunté a Carmen si este proyecto fue inspirado en algún familiar. Si son vivencias personales y ella me explicó que algún momento un amigo médico me mencionó el caso de un actor con esa enfermedad y se planteó qué sería de ella en caso de vivir con esta condición. “Luego investigué de muchos artistas que lo sufrieron, para ellos es el homenaje”, me dijo. Por ello la escritora guatemalteca integra elementos de la música y la pintura para explorar memoria, identidad y pérdida.

 

 Dice Carmen en uno de los textos: “Amo tararear esta melodía. Durante mi infancia vi la música a mí alrededor”. ¿Se puede ver la música?,   me pregunté ante la manera poética en que Carmen impregna la obra y utiliza la hibridación genérica.

El color se fue

Cuando escuchaba su voz, era purpura, me trasmitía su intensidad y tranquilidad. Recuerdo que ella, amaba escuchar Fairy tale, veía como toda esa melodía se envolvía de azul y rosa, se entornaban a ella porque era su aura. Besarnos era de ir de amarillo a rojo intenso. Los colores de las letras también se tornaban distintos la (r) verde, (c) roja, (o) naranja, (a) amarilla, (v) azul con textura. Así veía mientras escribía. La nostalgia es blanca, como el vacío que hoy siento.

Aún conservo estos recuerdos.

Ya no veo los colores, todo lo veo gris, no entiendo, tengo miedo.

 

 

Lo mismo en Recuerdo mejor cuando pinto, en Autorretrato del olvido y en  Incertidumbre:

―Ese hombre siempre me vigila, me da miedo, podría lastimarme, allí viene. (El hombre lleva

un lápiz en mano, lo ofrece a su padre).

―¿Padre le gustaría dibujar?

―¡No! ¡Deje de molestarme!

El hombre se va tristemente.

―Tengo la impresión de estar estancando en un tiempo. Tengo el vívido recuerdo de ella,

constantemente lloro porque ella murió repentinamente. Solo ella sabía comprenderme.

Veo ese cuadro, dicen que yo lo hice, ¡es mentira!, yo soy el gran Velázquez. Ese otro hombre es el que alguna vez estuvo sano y feliz, contento pero desordenado, ese no soy yo.

Vivo vacilando con la incertidumbre de saber quién soy.

 

En Incertidumbre y en El color se fue, recuerdan, hasta cierto punto, el seguimiento que se hace de la enfermedad a través los autorretratos que William Utermohlen pintó tras serle diagnosticado alzhéimer ayudan a comprender el desarrollo de esta dolencia”. “El color desaparece y, como si de una metáfora de la enfermedad se tratara, pasa de vivir y expresar la vida en color, a existir y comunicarla en blanco y negro. El manejo del pincel se vuelve más burdo, más tosco y, al final, produce líneas hechas con un lápiz.”

En este proyecto artístico los significados de reminiscencia, nos llevan a la angustia, decadencia, sufrimiento, pero también nos recuerdan que el arte es tan potente que es capaz de vencer al olvido.

 

Fotografías sin color

―¿Qué haces?

―Veo estas cosas sin color.

―Son fotografías, eres tú. Eras muy joven y hermosa. En algunas estabas cantando, en otras bailando, en otras simplemente posando.

―¡Esa no soy yo! ―Respondió furiosamente.

―Eres tú, mamá.

―Que no, esa perra eres tú, ¡eres una maldita perra!

―Mamá no es cierto. ―Se reprimió con unas lágrimas.

―Las personas siempre dijeron que estuviste con muchos hombres.

―Mamá solo eran chismes.

―¿Por qué lo niegas? ―Le da varias cachetadas.

―Ya no llores. ―Limpia sus lágrimas.

―Mama tú debes tranquilizarte.

―Lo único que deseabas es que alguien te amara. ―Se va carcajeándose.

Música etérea

 

Es una tarde de otoño, bajo un árbol dorado se observa un violín.

―Madre siéntate.

―¡Mira es mi violín!

―¿Quieres tocarlo?

―Sí, espero recordar…

Empieza a tocar My memory.

―Mi mente se siente lucida, las notas de las melodías son etéreas. La música hace que un puñado de recuerdos entren como una luz confortable. A modo de fotografías, veo mi

infancia, mi juventud, las flores, la lluvia, el amor, la tristeza, tu padre, y a ti. Regresar a verte parece inalcanzable, debes saber que tu amor vive en mi corazón, aunque no lo parezca.

Vivo, cuando regreso a mi memoria.

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