miércoles, 21 de julio de 2021

 

Microcuento

WILLAN CASTILLO BRICEÑO

El profesor pidió que escribiéramos un microrrelato. Me senté a la mesa, tomé el bolígrafo y me quedé paralizado frente a la hoja en blanco. No se me ocurrió nada. Tiré con rabia el lapicero en la mesa. Al siguiente día, mis compañeros desfilaban con su hoja escrita hacia el profesor para presentar lo asignado. A mí que nunca me gustó la irresponsabilidad, agarré la hoja en blanco y la entregué al maestro. El profesor cogió la hoja, la acercó a sus anchos lentes y dijo: «Este es el microcuento más pequeño del mundo, solo tiene escrito el punto final».

 

Victimario victimado

WILLAN CASTILLO BRICEÑO

 Cuando el cruel sicario vio a su víctima, se acercó sigiloso, rastrilló el arma, le apuntó al rostro para ver con demencial placer como moría; apretó el gatillo, no salieron las balas. Escuchó un disparo. Sintió algo extraño en su frío corazón y se desplomó de inmediato. El sicario había sido abatido en defensa propia.

 

Aquiles

WILLAN CASTILLO BRICEÑO

 El SARS-CoV-2 nació en China hace tres meses. En un mes ya había tomado los continentes. Hace dos semanas llegó a Lima. Ayer confirmaron el primer caso en Trujillo. Aquí en La Esperanza, hoy murió Aquiles, el único que frecuentaba nuestra casa; supimos por las noticias que había contagiado a su familia. Las cifras son de espanto, un millón de infectados, treinta mil muertos; este psicosocial de pandemia nos está matando. Nosotros estamos confinados en casa, atemorizados, enmascarados, desinfectándonos las manos. Tocan a la puerta con desespero, «¿Aquiles?», dice mi mujer, sobresaltada. Me acerco despacio a poner cerrojos.

 NARRACIONES QUE VIERON LA LUZ, de WILLAN CASTILLO BRICEÑO, editado por Almandino.

 

 

 

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