viernes, 30 de julio de 2021

Maternidad. Oswaldo Castro

                                                                        MATERNIDAD

                                                                    Oswaldo Castro




Al abrir los párpados veo un techo oscuro, tal vez la parte superior de un refugio escondido. Sea lo que fuere, tiene espacio suficiente para sentirme cómodo. Mis ojos se acostumbran a la luz mortecina filtrándose por las rendijas. El claro oscuro del lugar revela que estoy atrapado en una tumba natural. Intento moverme, pero la parálisis que me afecta lo impide. Solo puedo desplazar la cabeza hacia los lados y flexionar ligeramente el cuello. Observo que una araña marrón, peluda, de múltiples ojos y del tamaño de una bola de tenis me vigila. La sonrisa cínica del artrópodo delata quién manda ahí.

    Distingo que los huesos de mis manos descansan sobre nidos de larvas hambrientas. Suspiro horrorizado al detectar mi abdomen convertido en un inmenso plato de vísceras sanguinolentas. Quiero gritar y mis cuerdas vocales están rígidas. La araña madre se me acerca y con delicadeza maternal inocula en el muslo la neurotoxina que me duerme y anestesia…

    Despierto y gotas de agua mojan mi frente, resbalan por la nariz y humedecen los labios. Poco a poco, la araña me hidrata para mantenerme vivo. Flexiono los dedos de mis pies y el dolor es tan intenso que derramo lágrimas en silencio. La araña madre se percata de mi sufrimiento y de la intranquilidad de sus crías. En un arrebato de sublime ternura se aproxima para inyectarme el veneno analgésico y paralizante. La miro agradecido y ella hace lo mismo. Nos debemos el uno al otro. Se acurruca cerca de mi rostro y en su mirada descubro su inmenso amor. Me amará hasta que sus arañitas sean autosuficientes y yo ya no sea útil a su causa. En ese instante cerrará el nido y sus hijas saldrán a conquistar el mundo. Ella morirá y se fundirá con mi cadáver en un amasijo de recuerdos.




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