domingo, 4 de abril de 2021

Minificciones de la escritora Dina Grijalva.

 

Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizó una estancia postdoctoral en la Universidad de Salamanca.

Libros académicos publicados: Eldorado: Mito y evocación en la narrativa de Inés Arredondo; Eros: Juego, poder y muerte; Literatura y violencia: Lo real pavoroso en cuentos de Julio Cortázar y Luisa Valenzuela. Libros de minificción: Goza la gula, Las dos caras de la luna, Abecé Sexy, Mínimos deleites, Miniaturas Salmantinas y Cuestión de tiempo. Ha publicado dos Antologías: Cuentos de dulce voluptuosidad y Eros y Afrodita en la minificción. Minificciones suyas han sido incluidas en una docena de antologías y publicadas en España, Colombia, Argentina y Perú. Ha sido traducida al mixe, al zapoteco, al mixteco, al griego y al francés.

Ha impartido Conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad La Sapienza, de Roma; la Universidad de Salamanca, la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Ha sido ponente en Congresos Internacionales en la Universidad de Kentucky, la Universidad de Palermo, la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas, la Universidad La Sapienza, de Roma, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara, la Universidad de Nuevo León, la Universidad de Sonora, el Instituto Sinaloense de Cultura.









En el fragor del espanto

 

No sé si es esta ciudad nos está matando o somos nosotros los que la asesinamos día a día. Y no sé si vivo entre sombras de muertos o sombras de vivos; pero sí sé que siento que algo nos arrastra hacia un negro abismo.

Por ello, cual moderna Scherezada, cuento cuentos intentando derrotar a la muerte que ronda y ronda a mi alrededor. 

 

Metamorfosis

 

Me he transformado de una «persona incapaz de matar un insecto», en una asesina serial. Tal vez el hecho de vivir en una ciudad donde día a día asesinan entre tres y cinco personas, la mayoría jóvenes menores de veinte años, me ha insensibilizado y el matar se ha vuelto parte de mi naturaleza. La primera vez que maté no fue fácil. Fue como cruzar una línea sin retorno. A partir de ese día, he matado sin piedad. Hoy por primera vez mis víctimas son muchas. Y confieso que al contemplar los cadáveres tirados en la banqueta de mi propia casa, sentí un placer casi voluptuoso. El saber que las flores de mi jardín ya no serían dañadas por las hormigas me acercó a la felicidad.


 

Novelista I

 

Vive dentro de la novela que escribe (como un niño vive en el vientre de su madre), se alimenta de palabras. Elige palabras cada vez más carnosas; o dulces, azucaradas como el almíbar. Para evitar la monotonía, intercala algunas palabras ácidas como limón, o avinagradas.

 

      Poco después de escribir FIN, muere. El acta de defunción señala como causa de muerte una única palabra: inanición.

 

 

Novelista II

 

La escritura de su nueva novela lo emociona y lo absorbe cada día más. Se vuelve barroco, exuberante. Proliferan los términos extraños y arcaicos, su estilo delirante empieza a provocarle fiebre. Disfruta el vértigo de sentirse capaz de dar vida a las palabras: las ve danzar alegres, las contempla feliz, siente cómo lo rodean. La novela crece y crece.

 

      Al escribir la palabra azúcar un sabor dulce lo hace sonreír; agrega mar y escucha olas; anota azafrán y un intenso tono amarillo se instala en su estudio. Tiembla cuando escribe sismo y con terror descubre que no puede evitar escribir la palabra muerte.

 

Al día siguiente, su cuerpo fue rescatado de entre los escombros.

 

 

Lucha de géneros

 

Su pasión por la lectura de microrelatos la llevó a preferir todo mini. Vendió su Grand Victoria y entre un micra y un mini cooper, eligió este por ser aún más diminuto. Un lector de grandes novelas impactó su Grand Marquis contra su pequeño auto. Ella murió al instante. Él tuvo una larga agonía.

 

 

Hoja en blanco

 

Tras horas, días y noches de pulir, limpiar, agregar y eliminar palabras a su microtexto, se encontró de nuevo con la aterradora pantalla en azul.

 

 

Epígrafes

 

Me siento a escribir eufórica: un altero de hojas y notas me alientan. Empiezo a revisar mis apuntes y descubro una gran proliferación de frases bajo el rubro de epígrafes; brillantes y lúcidos algunos; joyas del humor otros, hallazgos del lenguaje los demás.

No tengo textos ni ideas para estas excelentes frases que imaginé como epígrafes

 

¿Será válido escribir un libro de epígrafes?

 

 

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Estas minificciones forman parte del libro:

Las dos caras de la luna

Dina Grijalva

Instituto Sinaloense de Cultura

Colección La Biblioteca de Babel

Culiacán, 2012

 

 

 

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