Doctora en
Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizó una
estancia postdoctoral en la Universidad de Salamanca.
Libros
académicos publicados: Eldorado: Mito y evocación en la narrativa de Inés
Arredondo; Eros: Juego, poder y muerte; Literatura y violencia: Lo real
pavoroso en cuentos de Julio Cortázar y Luisa Valenzuela. Libros de
minificción: Goza la gula, Las dos caras de la luna, Abecé Sexy, Mínimos
deleites, Miniaturas Salmantinas y Cuestión de tiempo. Ha publicado dos Antologías:
Cuentos de dulce voluptuosidad y Eros y Afrodita en la minificción.
Minificciones suyas han sido incluidas en una docena de antologías y publicadas
en España, Colombia, Argentina y Perú. Ha sido traducida al mixe, al zapoteco,
al mixteco, al griego y al francés.
Ha impartido
Conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad La
Sapienza, de Roma; la Universidad de Salamanca, la Universidad de Buenos Aires,
la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Ha sido
ponente en Congresos Internacionales en la Universidad de Kentucky, la
Universidad de Palermo, la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad
Nacional y Kapodistríaca de Atenas, la Universidad La Sapienza, de Roma, la
Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara, la
Universidad de Nuevo León, la Universidad de Sonora, el Instituto Sinaloense de
Cultura.
En el fragor del espanto
No
sé si es esta ciudad nos está matando o somos nosotros los que la asesinamos
día a día. Y no sé si vivo entre sombras de muertos o sombras de vivos; pero sí
sé que siento que algo nos arrastra hacia un negro abismo.
Por
ello, cual moderna Scherezada, cuento cuentos intentando derrotar a la muerte
que ronda y ronda a mi alrededor.
Metamorfosis
Me
he transformado de una «persona incapaz de matar un insecto», en una asesina
serial. Tal vez el hecho de vivir en una ciudad donde día a día asesinan entre
tres y cinco personas, la mayoría jóvenes menores de veinte años, me ha
insensibilizado y el matar se ha vuelto parte de mi naturaleza. La primera vez
que maté no fue fácil. Fue como cruzar una línea sin retorno. A partir de ese
día, he matado sin piedad. Hoy por primera vez mis víctimas son muchas. Y
confieso que al contemplar los cadáveres tirados en la banqueta de mi propia
casa, sentí un placer casi voluptuoso. El saber que las flores de mi jardín ya
no serían dañadas por las hormigas me acercó a la felicidad.
Novelista I
Vive dentro de la novela que
escribe (como un niño vive en el vientre de su madre), se alimenta de palabras.
Elige palabras cada vez más carnosas; o dulces, azucaradas como el almíbar.
Para evitar la monotonía, intercala algunas palabras ácidas como limón, o
avinagradas.
Poco después de escribir FIN, muere. El
acta de defunción señala como causa de muerte una única palabra: inanición.
Novelista II
La escritura de su nueva
novela lo emociona y lo absorbe cada día más. Se vuelve barroco, exuberante.
Proliferan los términos extraños y arcaicos, su estilo delirante empieza a
provocarle fiebre. Disfruta el vértigo de sentirse capaz de dar vida a las
palabras: las ve danzar alegres, las contempla feliz, siente cómo lo rodean. La
novela crece y crece.
Al escribir la palabra azúcar un sabor
dulce lo hace sonreír; agrega mar y escucha olas; anota azafrán y un intenso
tono amarillo se instala en su estudio. Tiembla cuando escribe sismo y con
terror descubre que no puede evitar escribir la palabra muerte.
Al día siguiente, su cuerpo
fue rescatado de entre los escombros.
Lucha de géneros
Su pasión por la lectura de
microrelatos la llevó a preferir todo mini. Vendió su Grand Victoria y entre un
micra y un mini cooper, eligió este por ser aún más diminuto. Un lector de grandes
novelas impactó su Grand Marquis contra su pequeño auto. Ella murió al
instante. Él tuvo una larga agonía.
Hoja en blanco
Tras horas, días y noches de
pulir, limpiar, agregar y eliminar palabras a su microtexto, se encontró de
nuevo con la aterradora pantalla en azul.
Epígrafes
Me siento a escribir eufórica:
un altero de hojas y notas me alientan. Empiezo a revisar mis apuntes y
descubro una gran proliferación de frases bajo el rubro de epígrafes;
brillantes y lúcidos algunos; joyas del humor otros, hallazgos del lenguaje los
demás.
No tengo textos ni ideas para
estas excelentes frases que imaginé como epígrafes
¿Será válido escribir un libro
de epígrafes?
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Estas minificciones forman
parte del libro:
Las dos caras de la luna
Dina Grijalva
Instituto Sinaloense de
Cultura
Colección La Biblioteca de
Babel
Culiacán, 2012
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